América Latina y el Caribe se encuentran en una encrucijada: deudas insostenibles, empeoramiento de la crisis climática y objetivos de desarrollo estancados. Un informe reciente propone que, al abordar los crecientes problemas de deuda soberana, la región podría recuperar el espacio fiscal necesario para impulsar tanto la acción climática como el desarrollo. El documento resalta herramientas innovadoras —como los canjes de deuda por naturaleza y las cláusulas de pausa por desastre—, y exige reformas urgentes en los análisis de sostenibilidad de la deuda del FMI, así como en el marco financiero global.

ALEX DRYDEN, MARÍA FERNANDA ESPINOSA y ULRICH VOLZ
América Latina y el Caribe (ALC) se encuentran en la encrucijada de tres crisis convergentes: cargas de deuda insostenibles, empeoramiento de las crisis climáticas y estancamiento en el progreso hacia los objetivos de desarrollo. En conjunto, estas presiones están erosionando el espacio fiscal, agotando los recursos públicos y dejando a la región más expuesta a futuros desastres.
En un nuevo informe del Proyecto Alivio de la Deuda para una Recuperación Verde e Inclusiva (Debt Relief for a Green and Inclusive Recovery, DRGR), exponemos cómo abordar los iminentes problemas de deuda soberana podría ayudar a los países de América Latina y el Caribe a recuperar el espacio fiscal necesario para hacer frente a la emergencia climática y avanzar en sus objetivos de desarrollo. El informe también destaca el papel de instrumentos innovadores, como los canjes de deuda por naturaleza y las cláusulas de pausa por desastre, que pueden aliviar la presión sobre las finanzas públicas y, al mismo tiempo, apoyar la resiliencia. Al mismo tiempo, exige reformas urgentes en los análisis de sostenibilidad de la deuda (DSA) del Fondo Monetario Internacional (FMI) y en el marco financiero mundial en general, de modo que tengan plenamente en cuenta los riesgos climáticos y canalicen las inversiones hacia el fomento de la resiliencia y el crecimiento sostenible.
Una carga de deuda que frena el desarrollo
La deuda externa pública en la región ya supera el billón de dólares, con un promedio bruto equivalente al 70 % del PIB —casi 25 puntos porcentuales más que en 2008 (cuando representaba el 45 %). Como ilustra la figura 1, el crecimiento de esta deuda en los últimos 15 años es alarmante: en toda América Latina y el Caribe, los niveles se dispararon un 158 %.
El Caribe lidera este aumento, con un crecimiento del 170 % en su deuda externa: de 20 000 millones de dólares en 2008 a 54 000 millones en 2023. Centroamérica y Sudamérica también experimentaron incrementos significativos —del 143 % y 169 %, respectivamente—. La situación es especialmente crítica en los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo (PEID), donde los ratios de deuda ya superan el 100 %, dejándolos en una posición de extrema vulnerabilidad ante cualquier crisis.
Figura 1: Composición de la deuda pública externa (en miles de milliones de dólares estadounidenses) por tipo de acreedor en América Latina y el Caribe, 2008-2023

El aumento de los tipos de interés a nivel mundial ha intensificado estas presiones, disparando el rendimiento promedio de los bonos soberanos en más de 450 puntos básicos desde 2019 (figura 2). A esto se suma una depreciación monetaria prolongada —particularmente severa en países como Surinam, Brasil, México y Jamaica—, que ha encarecido drásticamente el servicio de la deuda en moneda extranjera.
Figura 2: Rendimiento promedio del índice de bonos gubernamentales en dólares estadounidenses de América Latina

Fuente: elaborado por los autores con datos de iBoxx (sin fecha) y Eikon.
En términos prácticos, los gobiernos están desviando una parte cada vez mayor de sus presupuestos hacia los acreedores en lugar de hacia los ciudadanos. Como se muestra en la figura 3, entre 2021 y 2023, ocho países, entre ellos México, Jamaica, Barbados y Brasil, gastaron más en pagos de intereses que en salud pública.
Figura 3: Gasto en sanidad y pagos de intereses en ALC como porcentaje del PIB (promedio anual
2021–2023)

La asfixia fiscal hace casi imposible que los gobiernos inviertan en resiliencia climática, infraestructura o reducción de la pobreza. Las escuelas y los hospitales están bajo presión, mientras que la preparación para desastres a menudo se pospone hasta que es demasiado tarde. El progreso hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible se ha ralentizado drásticamente: más de la mitad de las economías de América Latina y el Caribe se encuentran estancadas, o incluso en retroceso, en objetivos como la reducción de la desigualdad, la garantía de la seguridad alimentaria y la creación de instituciones sólidas. En lugar de avanzar hacia un futuro sostenible, muchos países se ven atrapados en un ciclo de sacrificios, obligados a elegir entre pagar la deuda y proteger a su población.
Los desastres climáticos convierten la deuda en una trampa
La dimensión climática hace que este exceso de deuda sea mucho más peligroso. América Latina y el Caribe es la segunda región más propensa a sufrir desastres del mundo, solo por detrás del África subsahariana. Los huracanes, las sequías, las inundaciones y los terremotos ya le han costado a la región más de 110 000 millones de dólares estadounidenses desde el año 2000. En Dominica, el huracán María causó daños equivalentes al 269 % del PIB en 2017; Granada perdió el 165 % de su PIB a causa del huracán Iván en septiembre de 2004, lo que llevó al país a una situación de impago al mes siguiente.
Cada impacto obliga a los gobiernos a pedir más préstamos para la reconstrucción, lo que agrava una deuda ya insostenible. El resultado es un círculo vicioso en el que los desastres alimentan la deuda, que a su vez desplaza la inversión en resiliencia. Esta falta de inversión magnifica los costos del siguiente desastre. A pesar de contribuir con menos del 1 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo del Caribe se encuentran entre los más afectados por este patrón vicioso de recuperación seguida de retroceso.
Las innovaciones son prometedoras, pero no suficientes
La región ha sido pionera en soluciones creativas. El canje de deuda por naturaleza «blue bond» de Belice en 2021 redujo su deuda en un 12 % del PIB, al tiempo que financió la conservación marina a largo plazo. Barbados, Ecuador y las Bahamas han seguido su ejemplo con sus propios acuerdos de canje, algunos de ellos a una escala mucho mayor que nunca antes se había intentado. Estas transacciones muestran cómo la reestructuración de la deuda puede vincularse directamente a los compromisos climáticos y medioambientales, creando un modelo que está atrayendo la atención internacional.
Granada y Barbados también han abierto nuevos caminos al emitir bonos con «cláusulas de pausa por desastre» que permiten suspender los pagos tras catástrofes graves: Granada se convirtió en el primer país en invocar dicha cláusula en 2024 tras el huracán Beryl, lo que liberó inmediatamente más de 12 millones de dólares estadounidenses en espacio fiscal para ayuda de emergencia y reconstrucción. Por su parte, la emisión de deuda de Barbados en 2025 fue especialmente notable porque incluía una cláusula de pausa en el contrato de los bonos sin que los inversores tuvieran que pagar una prima. Estos experimentos demuestran que la innovación financiera es posible incluso en economías pequeñas y vulnerables.
Sin embargo, aunque apuntan en la dirección correcta, no son soluciones milagrosas. Los canjes de deuda por naturaleza suelen conllevar altos costos administrativos y estructuras jurídicas complejas, al tiempo que persisten las dudas sobre las implicaciones en materia de soberanía que tiene someter los fondos de conservación a una supervisión externa. Por otra parte, las cláusulas de desastre siguen siendo poco frecuentes y relativamente poco probadas fuera del Caribe. Sin una reforma sistémica de la arquitectura financiera en general, estos instrumentos solo pueden aliviar la presión de forma marginal. El reto consiste en aprovechar estos avances y ampliarlos a un marco que proporcione un alivio coherente y predecible en toda la región.
Hacia una nueva arquitectura de la deuda y el clima
Lo que la región necesita es un marco que vincule directamente el alivio de la deuda con la acción climática y el desarrollo inclusivo. Este marco debe basarse en dos pilares complementarios:
- Para las economías en en dificultades por endeudamiento: una redución significativa de la deuda con la participación de todos los acreedores, bilaterales, multilaterales y privados, bajo una comparabilidad de trato exigible. El alivio debe ir acompañado de financiación en condiciones favorables para invertir en resiliencia, infraestructura verde y protección social, garantizando que la reducción de la deuda se traduzca en avances tangibles para las personas y el planeta.
 - Para las economías solventes pero con restricciones de liquidez: ampliación de los préstamos en condiciones favorables de los bancos multilaterales de desarrollo, reasignación selectiva de derechos especiales de giro y adopción más amplia de instrumentos de deuda sensibles al clima, comocanjes de deuda, bonos verdes y cláusulas de desastre. Estas medidas pueden reducir los costos de los préstamos y crear un respiro fiscal sin obligar a los países a entrar en crisis antes de que se tomen medidas.
 
Es fundamental que estas reformas se integren en una arquitectura global de deuda y financiación climática que proporcione liquidez predecible, financiación asequible para el desarrollo y un proceso creíble de renegociación de la deuda soberana, y que vaya más allá de soluciones puntuales para ofrecer una solución duradera a la región.
El costo de la inacción
A menos que los responsables políticos afronten esta realidad, la región corre el riesgo de sufrir otra década perdida caracterizada por crisis repetidas, un espacio fiscal estrangulado y desigualdades cada vez más profundas. Las soluciones técnicas por sí solas no serán suficientes: se necesita urgentemente liderazgo político para impulsar una reforma sistémica. . La cumbre UE-CELAC de noviembre ofrece una plataforma para reconocer que América Latina y el Caribe se enfrentan a una crisis de deuda y que la falta de acción solo agravará la inestabilidad, por lo que es necesario alcanzar compromisos concretos.En este sentido, Europa tiene un papel especialmente importante que desempeñar. La financiación climática y las inversiones ecológicas tendrán escasa repercusión en las economías endeudadas a menos que vayan acompañadas de una reforma sistémica. América Latina y el Caribe no necesitan promesas incrementales, sino el respaldo político y financiero de Europa para llevar a cabo una auténtica reforma sistémica. Esto incluye promover los análisis de sostenibilidad de la deuda de una forma que sea climáticamente inteligente, poner en marcha rápidamente el Servicio de Apoyo a la Sostenibilidad de la Deuda de los PEID y mejorar el Marco Común del G20 para agilizar los procesos, lograr la plena participación de los acreedores y garantizar la comparabilidad del trato. Mejorar el diálogo y fomentar la acción conjunta entre la UE y ALC en materia de deuda y financiación climática podría ser un paso importante hacia una gobernanza financiera mundial más eficaz.
Con cambios audaces, América Latina y el Caribe pueden romper el ciclo, fortaleciendo la resiliencia fiscal, acelerando la adaptación al cambio climático y reajustando la gestión de la deuda con el desarrollo sostenible. Sin ellos, la región seguirá atrapada en un patrón de crisis y recuperación, soportando los costos de un sistema que sigue pasando por alto sus necesidades más urgentes.